COVID-19 y salud planetaria: la importancia de la huella ambiental

27/07/2021
Foto: Noah Buscher en Unsplash.

¿Qué es la salud planetaria? ¿Qué relación hay entre la degradación del medio ambiente y la aparición de nuevas enfermedades infecciosas? Cristina O’Callaghan-Gordo, miembro del equipo de dirección y profesora del máster universitario de Salud Planetaria (UOC y UPF, en colaboración con ISGlobal) e investigadora del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal); Fernando Valladares, profesor investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y Manolis Kogevinas, coordinador científico de la distinción Severo Ochoa en ISGlobal, conversaron sobre COVID-19, salud planetaria y vacunas en el marco de la quinta conversación del ciclo ‘Acceso global a las vacunas contra la COVID-19. Claves multidisciplinarias a un problema complejo’.

¿Qué es la salud planetaria?

La primera ponencia de la sesión la impartió Cristina O’Callaghan-Gordo, quién definió la salud planetaria como “la consecución del máximo nivel de salud, bienestar y equidad alcanzados en todo el mundo respetando los límites de los sistemas naturales de la Tierra, a través de la integración de diversos sistemas humanos (políticos, económicos y sociales)”. Un concepto, pues, que pasa por entender que la salud de los humanos no es independiente de la salud del entorno en el que viven.

A lo largo de los últimos siglos, y especialmente a partir de la segunda mitad del siglo XX, hubo una clara mejoría en los distintos indicadores de salud y bienestar: a partir de 1950 disminuyó el analfabetismo, la pobreza extrema, la mortalidad infantil y aumentó la población y la esperanza de vida a nivel global.

La salud planetaria pasa por entender que la salud de los humanos no es independiente de la salud del entorno en el que viven.

Sin embargo, la evolución de los indicadores ambientales ha sido totalmente distinta: a partir de la segunda mitad del siglo XX se acelera la degradación de los ecosistemas terrestres, la sobreexplotación de los ecosistemas marinos, aumentan las emisiones de CO₂, la acidificación de los océanos y se mantienen las tasas de deforestación de bosques tropicales. “Estos datos demuestran que las mejoras que se han logrado a nivel de salud global en las últimas décadas han sido a costa de la sobreexplotación de los sistemas naturales”, aseguró la profesora del máster interuniversitario en Salud Planetaria. Y añadió: “Hemos llegado a un punto en el que el cambio climático no sólo pone en riesgo la salud de las generaciones presentes y futuras, sino que también compromete las mejoras en salud global que se han logrado a lo largo de las últimas décadas”.

El cambio climático no sólo pone en riesgo la salud de las generaciones presentes y futuras, sino que también compromete las mejoras en salud global que se han logrado en las últimas décadas.

Un claro ejemplo de ello es la aparición de nuevas infecciones como, por ejemplo, la COVID-19. Sin embargo, este fenómeno no es un riesgo nuevo, ya que a lo largo de la historia de la humanidad ha habido varias plagas, epidemias y pandemias. No obstante, en lo que llevamos de siglo XXI ha habido una notable aceleración  de la aparición de nuevas enfermedades infecciosas como el MERS, el Ébola, el SARS, la gripe porcina y ahora la COVID-19.

O’Callaghan-Gordo concluyó su ponencia asegurando que estos hechos no son casuales: “la entrada en contacto entre distintas especies de animales y humanos, que de manera natural no estaban en contacto, facilita la aparición de nuevos patógenos. Y esta situación viene dada por el cambio de usos del suelo y la pérdida del hábitat”.

Para analizar y contribuir a revertir esta y otras problemáticas globales, la UOC, la UPF e ISGlobal han puesto en marcha el máster interuniversitario de Salud Planetaria, un programa que tiene el objetivo de formar a profesionales de diferentes áreas de conocimiento y capacitarlos para el análisis de los riesgos que la crisis ambiental y climática global plantea para la salud humana, evaluar su posible impacto y proponer soluciones de adaptación y mitigación.

Inmunidad de rebaño vs. inmunidad de paisaje

“La pandemia de COVID-19 nos ha demostrado que la importancia de la biodiversidad es cada vez más evidente para el medio ambiente y la salud humana”. Así es como el profesor investigador del CSIC Fernando Valladares empezó su ponencia sobre la inmunidad de paisaje, los ecosistemas resilientes y restauración ecológica como un servicio de salud pública.

El ponente aseguró que “la biodiversidad es una medida clave para la protección de la salud, ya que nos protege de posibles infecciones a través de tres mecanismos: el control demográfico, la dilución y la amortiguación”. Y añadió: “Un ejemplo de ello es el caso del virus del Nilo occidental: un estudio demostró que la diversidad de aves en la zona hacía disminuir significativamente el riesgo de la enfermedad en humanos, actuando como mecanismo de dilución”.

La biodiversidad es una medida clave para la protección de la salud.

A lo largo de su ponencia, Valladares habló de las diferencias entre la inmunidad de rebaño y la inmunidad de paisaje, así como de la relevancia de esta última. “La inmunidad de rebaño se adquiere cuando hay un número suficiente de personas o miembros de una determinada población que son inmunes a la infección”, explicó. En cambio, añadió, la inmunidad de paisaje es “la configuración de ecosistemas en los cuales se establecen los procesos biológicos de control demográfico, dilución y amortiguación que hacen que disminuya el riesgo de que los patógenos lleguen a la especie humana”.

El investigador del CSIC apuntó que “cada vez hay más estudios que demuestran que la degradación medioambiental nos concede menos inmunidad y menos protección”, por lo que “se debería dar cada vez más prioridad al estado de los ecosistemas”. Y aseguró: “Es mucho más económico conservar la naturaleza que hacer frente a las pandemias: según un informe de Dobson et al. (2020: 369,6592), prevenir una pandemia a escala global (detener la deforestación en zonas tropicales, limitar comercio de especies, establecer red de alerta temprana de pandemias, etc.) puede costar entre 17 y 27 billones de dólares. Pero los costes para hacer frente a una sola pandemia como la de la COVID-19 se estiman en mil veces más: de 8 a 16 trillones de dólares”.

Cada vez hay más estudios que demuestran que la degradación medioambiental nos concede menos inmunidad y menos protección.

Para concluir su ponencia, Valladares destacó los 8 objetivos de Reaser (2020) para lograr la inmunidad de paisaje:

  • Reconocer la salud humana como un servicio ecológico
  • Promover una bioseguridad integral
  • Proteger y restaurar los ecosistemas
  • Institucionalizar una salud única / salud planetaria como enfoque fundacional
  • Establecer índices de impacto del uso del suelo
  • Fomentar los estudios mecanísticos
  • Abordar la dinámica de la proximidad en la ordenación del territorio
  • Emplear contramedidas ecológicas

El impacto de la COVID-19 en el medio ambiente

La última charla de la sesión la impartió Manolis Kogevinas, coordinador científico de la distinción Severo Ochoa en ISGlobal. Kogevinas compartió los principales datos epidemiológicos de la pandemia de COVID-19 y analizó el impacto de la pandemia en el medio ambiente. “Las enfermedades infecciosas emergentes han estado aumentando notablemente durante las últimas décadas y no hay ninguna indicación de que esto vaya a parar”. También comentó que “a pesar de que las emisiones de CO2 disminuyeron durante el confinamiento, ahora han vuelto a incrementar”.

Kogevinas explicó que “la vacunación rápida a nivel mundial contra la COVID-19 es esencial”, pero que no debemos olvidar que “también tiene un impacto sobre el medio ambiente”. En este sentido, aseguró que “la vacunación aumenta las emisiones contaminantes de hidrofluorocarbonos, la instalación de infraestructuras que no se utilizarán en el futuro como congeladores, las emisiones de CO2 provenientes del transporte masivo y aumento de los residuos”. Pero también comentó que “no hay estudios que hayan cuantificado estos impactos, ni si son mayores o menores que los que tendría tratar a las personas no vacunadas en los hospitales, ya que estos son también una importante fuente de emisiones a nivel global”. 

La vacunación rápida a nivel mundial contra la COVID-19 es esencial, pero que no debemos olvidar que también tiene un impacto sobre el medio ambiente.

Para terminar su charla, Kogevinas destacó las diferencias que hay entre países en la severidad de la enfermedad y en el proceso de inmunización. “Estamos vacunando a los países ricos y se estima que antes del 2023 las vacunas no llegarán a los países en vías de desarrollo. Esto es un problema para ellos y también para nosotros: si tenemos infecciones activas en otros países tenemos más posibilidades de tener mutaciones del virus en un futuro”, concluyó.

Sobre el ciclo ‘Acceso global a las vacunas contra la COVID-19’

El acceso universal a las vacunas de la COVID-19 es un reto global para poner fin a la pandemia. Por ello, a mediados de junio la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), abrió un ciclo de cinco conversaciones en línea para analizar las relaciones necesarias entre la ciencia, la sanidad, la economía y la política para garantizar un acceso equitativo a las vacunas.

Recupera la conversación ‘COVID-19, vacunas y salud planetaria: la importancia de la huella ambiental’ aquí:

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